Sonidos del Viento [Priv/Yusuke]

Después de encontrarme con mi viejo amigo en la taberna me encontraba algo más feliz y con más fuerzas. Me reconfortaba saber de que no estaba muerto.
No había nadie en el bosque, ningún guardián, eso hizo que Lairy se quejase, yo le miré y me encogí de hombros. Desconocía el paradero de éstos, eso me preocupó levemente, mi cara ahora mismo solo era seriedad, ni un ápice de confianza.
Cuando nos adentremos en el bosque mis músculos se relajaron, no había peligro, seguramente esos vagos se habrían tomado algún descanso.
La cara de la chica reflejaba cansancio. Ella se sentó en la hierba, yo me quedé apoyado en un árbol. El leve viento hacía que las copas de los árboles se meciesen, y mi pelo también. Me encantaba notar el fresco viento por todo mi cuerpo, te daba esa sensación de libertad de la que no pude disfrutar en mi infancia, puesto que fue muy dura.
Sacó un cuaderno y comenzó a dibujar. Contemplé el rostro de la joven, que belleza, nunca había visto nada igual en años. Me empezaba a sentir tranquilo con ella, sin preocupaciones, en el poco tiempo que nos habíamos conocido ya había un lazo de amistad, nunca había hecho amigos tan rápidamente como esta vez.
Me dirigí con paso lento y tranquilo hasta la chica, hasta sentarme en la hierba, a su lado. Eché una ojeada a su dibujo.
—Vaya, dibujas muy bien…— Dije con un tono de sorpresa en mi voz.
Yo era más bien patoso para dibujar, perdía los nervios enseguida y no me tranquilizaba, en definitiva, que no sabía dibujar.
Me tumbé en la mullida hierba, eso parecía el paraíso, no quería irme de allí nunca. Ya anochecía y el frío comenzaba a acechar. Las copas de los árboles no me permitían ver el cielo.
—¿Tienes frío?— Pregunté con delicadeza

El viento silbaba suavemente y hacía que se estuviese allí de las mil maravillas. El ambiente era relajante, estando en contacto con la madre naturaleza, sin nadie que nos moleste a ninguno de los dos y sin guardias que vigilen lo que estamos haciendo.
Al parecer mi voz hizo saltar a Lairy, una chica muy guapa y amable. Éramos como el uno para el otro, de pocas palabras, serios… seguro que teníamos muchas cosas más en común que me gustaría descubrir.
La luna se asomaba entre los frondosos árboles, mi predicción era acertada, era de noche y conforme las horas avanzaban, el frío también, y por supuesto, el nivel de peligro también era elevado. A simple vista parecía tranquilo ahí echado, como si no me importase nada, pero en realidad estaba pensativo y alerta por si alguien entraba donde estábamos nosotros, ya que los guardias no habían vuelto, les echaría una buena bronca cuando volviesen.
— De nada — Contesté a su agradecimiento.
Escuché la contestación de la joven chica, me lo temía. Vi como intentaba entrar en calor, acción que hizo que me despojase de mi chaqueta de cuero y se la pusiese delicadamente en los hombros, después le guiñé el ojo y sonreí de lado. Yo estaba en manga corta, pero el frío no era mi enemigo, me molestaba más el calor. Estaba muy acostumbrado a las bajas temperaturas, tanto que casi ni lo notaba, donde nací, hacía un clima gélido y lluvioso.
— Puedes quedarte con la chaqueta — Dije. Tenía más de esas, y aunque no me quedaran más se la regalaría igualmente, esa chica se lo merecía. Raramente regalaba mis pertenencias, y menos una prenda tan importante para mí, que tanto apreciaba, pero a ella sí, sé que podía confiar en ella y que no pasaría nada malo.
Cogí unos cuantos palos de madera y los amontoné, después de la punta de mi dedo índice salió una pequeña llama que hizo que ese montón de madera prendiese, haciendo que la temperatura fuera algo más cálida. Podía invocar a los 4 elementos de la naturaleza, pero raramente los usaba, únicamente cuando lo veía necesario, y esta ocasión era una de esas que valía la pena. Aún no lo dominaba demasiado, lo que hacía que me debilitara algo, estaba como débil, pero no importaba, intentaba aparentar normalidad

Me sentía bien en aquel momento, ahí, totalmente tranquilo, con el crepitar del fuego, estando en naturaleza con la naturaleza, algo que se debía de vivir por lo menos una vez antes de morirte. Es una sensación que no se puede describir, algo calmado, sin problemas al acecho, sin nada. Pese a que el cielo se había teñido de un completo color negro, aún era muy pronto y no se acercaba ni por asomo a la media noche. No me importaba estar en manga corta, no notaba el frío, era algo a lo que mi cuerpo estaba acostumbrado, en las pruebas de admisión era algo parecido, pero más duro y combinado con pruebas físicas y psíquicas, así que esta situación para mí era totalmente llevadera.

Con esa chica me sentía tranquilo, era imposible que mis músculos se tensasen y cada vez que la miro, una sonrisa aparece inconscientemente en mi cara. ¿Quizás me estaba… enamorando? No sabría decirlo, nunca había experimentado esa sensación tan bonita que decían que era. Nunca en mi vida me había atraído tanto una chica. Lo tenía todo, belleza, amabilidad, educación…
Su voz interrumpió mis pensamientos.
—En serio, no pasa nada, estoy acostumbrado a esto, créeme —Dije ofreciéndole una de mis mejores sonrisas. —No tienes por que agradecérmelo. —Contesté.

Esa chica hacía que desatase toda mi ternura y que no pudiera pronunciar muchas palabras, me quedaba paralizado y nervioso, algo que nunca antes me pasó. Normalmente, era muy testarudo y me costaba admitir una cosa que era realidad, pero esta vez no me lo pensé dos veces, se iba a convertir en mi protegida, nadie le haría daño. Eso no quería decir que estaría las 24 horas del día pegado a ella, ni tampoco espiándola, todos necesitamos tener un momento de intimidad.
Sonreí tiernamente a su comentario sobre la chaqueta. A continuación me sorprendí enormemente por lo que me dijo, nadie durante mi reinado me dijo que era bueno.
No sabía que decir, solo sabía sonreír como llevaba haciéndolo desde que lleguemos a este lugar.
—Bueno… es mi deber como rey, ¿no? —Pregunté. —Debo protegeros a cada uno de vosotros. Me desplacé hasta su posición y me senté a su lado, abrazándome las piernas, no por frío ni nada de eso. Lo último que hice fue mirarle y notar como mis mejillas se sonrojaban levemente.

Eché algunas ramas medianamente pequeñas para avivar el fuego, que ya se estaba consumiendo. Cada vez era mas difícil mantenerlo vivo, ya que el frío empezaba a apretar y el viento soplaba con más fuerza. Vi como se acurrucó contra la chaqueta. Una sonrisa de medio lado se escapó de mis labios. Seguro que aún tenía frío, pero no quería decírmelo quizás por vergüenza o por no molestar. Le cogí una de sus delicadas manos, estando sentado a su lado. Como temía, estaban frías. Una cosa que me llamó la atención era la suavidad de su piel pese al frío que la impregnaba. -Son muy suaves... -Dije, acariciando su mano para transmitirle algo de mi calor corporal. Esa chica no merecía pasar frío, aún era muy joven y podría debilitarse causa del frío, aunque ella estaba muy por encima de la media. Seguro que cuando fuese algo más mayor, sería muchísimo más fuerte que ahora. -Dentro de unos cuantos años... -Dije. -Seguro que llevas el mando del reino, no tengo ninguna duda. -Le comenté. -Si me pasa algo, tu serás la reina, ¿vale? -Le sonreí tiernamente. Nunca había tenido la confianza y seguridad suficiente como para dejarle un cargo tan importante a una persona, pero estaba seguro que ella lo iba a hacer bien, pues no quería que algún incompetente reinase y convirtiese su mandato en una dictadura.

Escuché a lo que dije. Había que tener mucho valor para viajar sola a algunos lugares, y conociendo como era éste mundo, todos los lugares eran peligrosos. Sonreí ante su segundo comentario, mirando hacia el suelo. -Agradezco sus palabras, futura reina. -Le dije, con una gran sonrisa de lado a lado. En realidad era arrogante con las personas que no se han ganado mi respeto, pero con gente como ella, me mostraba tal y como era. Giré su mano, dejando su palma mirando hacia el oscuro cielo de terciopelo; a continuación, me quité mi colgante y lo puse en su mano, poniendo una mano encima de la mía. -Quédatelo, te dará suerte allá donde vayas, y te protegerá del peligro. -Le comenté. Desde bien pequeño había llevado ese colgante y no me había pasado nada, pese a las peligrosas peleas que había librado. Nunca se me hubiese pasado por la mente regalárselo a alguien, pero sabía que con ella iba a estar bien guardado y protegido, además de que me quedaría más tranquilo, pues creía que ese colgante llevaba algo mágico, quizás era de mi padre, un poderoso demonio desaparecido totalmente, nunca llegué a conocerle. Sabía que era su hijo, pero nadie sabía por que en mis venas llevaba una ínfima parte de sangre de demonio, cuando en realidad tendría que ser un híbrido. Un misterio que nunca se resolverá...